Trump redefine la política transatlántica con giro hacia Rusia y exigencias a la OTAN
- María José Hdz.
- 13 feb
- 3 Min. de lectura
Su llamada con Vladimir Putin abrió la puerta a negociaciones directas sobre Ucrania, mientras que su secretario de Defensa, Pete Hegseth, exigió a los aliados europeos asumir un mayor gasto militar. Estas decisiones refuerzan la visión de Trump sobre una política exterior transaccional y su rechazo a la tradición estadounidense de garantizar la seguridad europea.

El secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, a la izquierda, camina con el secretario británico de Defensa, John Healey, antes de una cumbre bilateral en un aparte de la cumbre de ministros de Defensa en la sede de la OTAN en Bruselas, el miércoles 12 de febrero de 2025. /Foto: AP, Johanna Geron
La llamada entre Trump y Putin marca un cambio significativo en la postura de Washington hacia Rusia. En su conversación, ambos líderes discutieron la posibilidad de poner fin a la guerra en Ucrania e intercambiar visitas oficiales, un giro que aleja a Moscú del aislamiento impuesto por Occidente tras la invasión de 2022. Este acercamiento refuerza la tendencia de Trump a privilegiar relaciones bilaterales con líderes autoritarios, a quienes ha elogiado en diversas ocasiones, en detrimento de las alianzas multilaterales tradicionales.
Por otro lado, la visita de Hegseth a Bruselas consolidó la nueva postura de la administración Trump sobre la OTAN. En un mensaje directo a los aliados europeos, el secretario de Defensa dejó claro que Estados Unidos ya no financiará la seguridad del continente sin una mayor contribución económica de los países miembros. La exigencia de un gasto mínimo del 5% del PIB en defensa supone un desafío para gobiernos que han priorizado el gasto social, y deja a Europa en una encrucijada sobre su estrategia militar.
El replanteamiento del rol estadounidense en la OTAN ha generado preocupación entre los líderes europeos. Declaraciones como las del secretario de Estado, Marco Rubio, quien cuestionó si Estados Unidos estaba “subvencionando” los programas de bienestar europeos, reflejan el escepticismo de la administración Trump sobre la alianza transatlántica. Esto marca un giro en la doctrina estadounidense, que desde la Segunda Guerra Mundial ha visto en la estabilidad europea un interés estratégico clave.
En el caso de Ucrania, las declaraciones de Trump y Hegseth indican que Washington no respaldará el regreso de Kyiv a sus fronteras previas a 2014 ni permitirá su ingreso a la OTAN. Estas condiciones, impuestas sin la participación inicial del presidente Volodymyr Zelensky, generan inquietud en el gobierno ucraniano y refuerzan la percepción de que Trump podría negociar un acuerdo favorable a Moscú. La exclusión de tropas estadounidenses en cualquier fuerza de paz futura deja a Europa con la responsabilidad de garantizar la estabilidad en la región.

Archivo:El presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, asisten a una reunión en la cumbre del G20 en Osaka, Japón, en 2019 /Foto: Reuters
El posible acuerdo entre Trump y Putin apunta a una partición de facto de Ucrania, similar a la división de Alemania tras la Segunda Guerra Mundial. Bajo este esquema, el territorio ocupado por Rusia quedaría congelado bajo su control, mientras que el resto de Ucrania se acercaría a la Unión Europea, pero sin la protección de la OTAN. Esta solución, que ya se discutía en círculos diplomáticos, beneficiaría a Moscú y reforzaría la idea de que las grandes potencias tienen derecho a ejercer influencia sobre sus regiones.
Las reacciones en Europa no se han hecho esperar. Francia, Alemania, Italia y otros países han advertido que cualquier negociación debe incluir a Ucrania y a sus aliados europeos. La comparación con el Acuerdo de Múnich de 1938, que permitió la expansión nazi, resuena en la opinión pública europea. Mientras tanto, la estrategia de Trump sigue siendo incierta, pero su postura deja claro que la prioridad de su administración no es la seguridad europea, sino un realineamiento global donde Estados Unidos negocie directamente con otras grandes potencias.
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